El cerebro nos engaña. Estamos llenos de recursos que desconocemos, pero nos hace creer que todo lo que existe es lo que podemos ver. En nuestra maraña del día a día de obligaciones, es muy difícil ver la vida de otra manera. Pero hay muchísimo más fuera se nuestra zona de confort, fuera de lo que conocemos y controlamos.
Aunque para eso debemos pararnos y reflexionar:
¿Hacia donde voy? ¿Estoy bien conmigo mismo? ¿Tengo la vida que quiero? ¿Qué cambios estoy haciendo para mejorar? ¿Qué me falta? ¿Qué me impide conseguirlo? … "Cerrar los ojos para ver" como decía Van Gogh.
Nosotros mismos nos creamos en nuestras mentes un ambiente que ejerce exigencias demasiado intensas y simultáneas, nos sentimos sobrecargados y abrumados y empezamos a sentir que nada puede cambiar esa situación, y nos dejamos arrastrar a estados emocionales en que nos sentimos incapacitados e impotentes para afrontarlo todo. Los problemas nos parecen insolubles. Nuestro sentido del perfeccionismo nos hace autoexigentes, no nos permite fallar, nos impide dedicarnos tiempo a nosotros mismos y a nuestro bienestar personal, haciéndonos sentir culpables y pensando que deberíamos estar dedicando ese tiempo a trabajar más . … Y no nos damos cuenta de que mientras no paremos y seamos conscientes de que para estar bien con los demás y rendir al máximo en el trabajo, es necesario que empecemos por estar bien con nosotros mismos, seguiremos en nuestro estado de ansiedad permanente.
El secreto está en sentirse feliz y alegre independientemente de lo que pase a nuestro alrededor. Pasar de víctimas a responsables. "Con el tiempo se aprende a decorar nuestra propia alma en lugar de esperar a que alguien te traiga flores"